La puesta en marcha, representa un momento clave para una instalación, es cuando empiezan a establecerse los hábitos de la misma, sus tendencias, inercias, consumos, etc. Este es el momento en que debemos detectar, si los hubiera, los defectos y anomalías que tenga la instalación. Se llevan a cabo los protocolos de pruebas y se comprueba si los resultados coinciden con lo previsto en el proyecto inicial.
En esta fase tenemos la ventaja de que el edificio está ya terminado, pero no ocupado, por lo que las modificaciones o correcciones que sea necesario realizar pueden llevarse a cabo sin grandes interferencias. Tienen que colaborar juntas, la empresa instaladora, la empresa de mantenimiento y la empresa que ha realizado el diseño de la instalación. La empresa mantenedora debe resaltar previamente a su recepción, los defectos que observe actualmente o que puedan surgir en un futuro, cuando sea responsable de su funcionamiento.
Con la regulación y puesta en marcha de la instalación, una vez realizado las pruebas correspondientes, se da por recepcionada la instalación. Es aconsejable, hacer la regulación en las dos épocas extremas del año y una más cuando el edificio esté parcial o totalmente ocupado para verificar que el comportamiento general no se resiente.